No buscan playas, ni shopping, ni museos. Buscan señales. Luces en el cielo. Energías que se sienten pero no se explican. Son los ufoturistas, una nueva tribu viajera que elige destinos marcados por el misterio y la posibilidad de contacto con lo desconocido. Y en Argentina, el Cerro Uritorco, en Capilla del Monte, Córdoba, es su meca.
Con sus 1.979 metros de altura, el Uritorco no solo ofrece paisajes imponentes: ofrece relatos. Desde la famosa Huella del Pajarillo en 1986 —una marca inexplicable en el monte que disparó la fiebre OVNI— hasta los testimonios de luces errantes, desapariciones temporales y sensaciones de “portal dimensional”, el cerro se convirtió en un imán para curiosos, creyentes y escépticos con espíritu aventurero.
Cada noche, decenas de personas se reúnen en la base del cerro con telescopios, cámaras y mate. Algunos meditan, otros esperan en silencio. “Es como si el tiempo se detuviera”, relata Gisela R., una visitante que viajó desde Madrid. “No sé si vi un OVNI, pero sentí algo que no puedo explicar”.
La Secretaría de Turismo de Capilla del Monte reconoce el fenómeno y lo potencia: hay excursiones nocturnas, charlas sobre ufología, ferias temáticas y hasta alojamientos que ofrecen “experiencias energéticas”. Gabriela del Río, titular del área, afirma que “el Uritorco es uno de los centros energéticos más importantes de Argentina, con bondades místicas y curativas que ya eran veneradas por pueblos precolombinos”.
Pero el ufoturismo no es solo misticismo. Es también una forma de viajar que busca conexión, introspección y relato. Los visitantes no esperan necesariamente ver un platillo volador: esperan sentir algo distinto. Y en ese sentido, el Uritorco ofrece lo que pocos destinos pueden: una atmósfera cargada de historia, leyenda y posibilidad.
El ufoturismo llegó para quedarse. Y si el turismo tradicional busca descanso, el ufoturismo busca respuestas. Porque hay viajeros que no quieren souvenirs: quieren señales.