La política y el deporte volvieron a cruzarse, esta vez en tono polémico. En su programa de radio en Futurock, Julia Mengolini se refirió al triunfo electoral del extenista Diego Hartfield, quien encabezó la lista de La Libertad Avanza en Misiones y obtuvo dos bancas legislativas con el 37% de los votos. Pero lo que más resonó no fue el resultado, sino la opinión de la periodista sobre los tenistas profesionales.
“El tenis es una disciplina tan encapsulada que no tienen poder de abstracción”, dijo Mengolini, y agregó: “Apenas conocen las palabras”. También deslizó que para jugar bien “hay que concentrarse tanto en pegarle a la pelota que se pierde el poder simbólico”. Las declaraciones fueron interpretadas como una descalificación intelectual hacia los deportistas, y generaron una inmediata reacción en redes sociales y en el ámbito profesional.
La Asociación Argentina de Tenis (AAT), presidida por Agustín Calleri, emitió un comunicado oficial repudiando los dichos, calificándolos como “ofensivos y estigmatizantes”. En el texto, la AAT defendió el compromiso, la formación y la capacidad de los tenistas argentinos, muchos de los cuales han desarrollado carreras académicas, empresariales y políticas tras su retiro.
El caso de Hartfield, que pasó del circuito ATP a la política provincial, fue el disparador de una discusión más amplia sobre los vínculos entre deporte y pensamiento crítico, y sobre cómo se perciben las trayectorias deportivas en el ámbito público. Mientras algunos defendieron la libertad de expresión de Mengolini, otros señalaron que sus palabras refuerzan prejuicios clasistas y elitistas.
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Más allá de la polémica, el episodio revela una tensión latente: ¿puede el deporte formar líderes con pensamiento complejo? ¿O seguimos atrapados en estereotipos que separan el cuerpo del intelecto? En tiempos de cruces entre política, medios y deporte, la abstracción parece ser más necesaria que nunca.