El Banco Central de la República Argentina (BCRA) anunció esta semana la emisión de una moneda conmemorativa del Mundial 2026, inspirada en el segundo gol de Argentina a Inglaterra en el Mundial de México 1986. La pieza, fabricada en plata 925 y acuñada en España, representa la jugada que fue bautizada como el “Gol del Siglo”. Sin embargo, lo que más llamó la atención fue lo que no se dijo: en ningún momento del comunicado oficial se menciona a Diego Armando Maradona.
La omisión generó una ola de críticas en redes sociales, donde muchos usuarios interpretaron el gesto como un intento de borrar simbólicamente al ídolo popular, históricamente vinculado al peronismo y a posturas críticas frente al poder. Algunos especularon con una posible precaución jurídica ante eventuales reclamos de las herederas de Maradona, pero expertos en derecho desmienten esa hipótesis: al tratarse de una institución pública sin fines de lucro, no existe posibilidad de lucro ni de apropiación comercial de la imagen, por lo que no hay base legal para una demanda.
Lo que queda en pie, entonces, es la lectura política. En tiempos de polarización, la figura de Maradona se ha convertido en un ícono cultural disputado, y su ausencia en el comunicado del BCRA puede interpretarse como parte de una batalla simbólica entre el oficialismo actual y los referentes populares asociados al partido opositor. Maradona no es solo un futbolista: es una narrativa, una bandera, una memoria colectiva que incomoda a ciertos sectores.
La moneda, que se venderá en una edición limitada de 2.500 ejemplares, forma parte del Programa Internacional de Monedas Conmemorativas de la FIFA, en el que Argentina participa desde 2006. Su diseño incluye una pelota atravesando la superficie como alegoría de la pasión futbolera, y en el reverso se grafica la jugada del gol, sin nombre, sin firma, pero con una carga emocional que nadie puede negar.
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En definitiva, la ausencia de Maradona en el texto oficial no borra su presencia en la memoria. Pero sí revela cómo, incluso en una moneda, se juega una partida más grande: la de los símbolos, los relatos y las identidades que definen a un país.